Los artistas tienen la cualidad de ser eternos llevándonos una gran ventaja al resto de los mortales. Alberto Bono ya no volverá a acariciar a su bandoneón ni a arrebatar la magia de sus pinceles, pero vivirá por siempre en la música grabada y en los cientos de cuadros que tiene colgados por todo el mundo.
Hoy nos ha dolido la noticia de su partida a otra dimensión, porque además de un gran artista, Alberto era una excelente persona.
Levantó su atelier en el mismo barrio en que nació y desde la ventana que daba a la calle, entre una pincelada y otra, saludaba a los vecinos que, tal vez, no alcanzaban a comprender la dimensión que tenía su arte, porque nunca hablaba de sus triunfos.
Era uno más recorriendo las calles y cargando su bandoneón. Pero en el escenario, la pasión por el tango encendía sus dedos y arrancaba una música que le dictaba el corazón.
Hasta cada momento, Alberto. Cuando escuchemos tus discos, cuando miremos tus cuadros, vas a estar allí con tu espíritu de soñador incurable.
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